lunes, 15 de abril de 2013

De la ciudad y sus amores ajenos

Vecina bajo la lluvia

“Sé que no estás sola,
te tengo aún en mi mirada de minero buscador
de secretos”
(T.C.M.S.)

Mi vecina, mujer de castaña mirada, se baña
completamente desnuda en el patio de su casa
con la fuerte lluvia que cae.
Ella no se percata
de que la estoy viendo a través de la ventana.
Brinca, salta, ríe como si diera gracias al cielo.
Se enjabona los senos
dos, tres veces con su mano izquierda.
Pienso que es zurda,
porque en un abrir y cerrar de sus piernas,
se pasa suavemente el jabón con la misma mano
por su semipodado bosque beduino,
cuya rosa carnívora, que asoma bellamente,
parece devorar la espuma y el rocío.
La lluvia no cesa, llueve, llueve…
Su desnudo cuerpo se eterniza en mis ojos.
Y entonces, me apropio con la mano derecha
del obsceno pájaro de la noche
que con la primitiva sacudida de los dioses,
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picotea una nube
y se derrama otro aguacero simultáneo,
mientras el reloj de arena legitima las horas.

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